lunes, 9 de enero de 2012

El señor del cero


Este libro publicado en 1996 y escrito por María Isabel Molina, es un canto a la tolerancia, a la igualdad, a la curiosidad, al conocimiento y a la amistad sin barreras de religión o ideología. La novela que recrea la vida de un joven mozárabe, permite acercarnos a los caminos de difusión de la cultura, a los complejos centros de poder del siglo X y a la civilización que el Califato de Córdoba legó a la Humanidad. La tolerancia y supremacía del Califato, en la etapa de Al-Hakam, su interés por la sabiduría, el equilibrio de poder entre Condes y Arzobispos, la importancia de los monasterios como focos de poder y de cultura, pueden ser puntos de atención para motivar la investigación y el conocimiento. Destaca también la poderosa presencia del fanatismo; tanto entre los árabes como entre los cristianos encontramos rasgos intolerantes, obsesionados por sus dogmas y cerrados a cualquier nuevo conocimiento... pero el libro deja claro que los personajes abiertos a la ciencia, tolerantes y generosos son los que hacen progresar a la humanidad. Resulta muy interesante el personaje femenino de Emma, una joven inquieta que ve en el convento la única salida para hacer realidad su ansia de libertad y de conocimiento.

Esta publicación tiene múltiples posibilidades para su uso en las aulas. Por una parte está la calidad de la prosa de María Isabel Molina y por otra la forma sencilla pero completísima de reflejar el ambiente y los principales problemas de esta etapa histórica. Es sin duda un buen libro para entender la convivencia no siempre pacífica entre las diferentes razas y culturas y, como nota original, presenta un asunto matemático (la importancia del número cero en los avances aritméticos)

Pocos alumnos sabrán el origen del número cero y el innegable avance que ello suponía para el cálculo y el desarrollo de las matemáticas. A lo dicho podemos sumar las aportaciones que se vinculan con la educación en valores y particularmente la convivencia multicultural: los personajes no son mejores o peores por pertenecer a una raza o cultura ni por profesar una religión concreta, sino que la envidia, la avaricia y la intolerancia son errores que los hombres cometemos desde tiempos inmemoriales independientemente de nuestra raza o nuestras creencias.

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